Y usted, ¿qué opina?

Y usted, ¿qué opina?

Era la época de la tele de dos canales, en la que cualquier formato alcanzaba enormes cotas de popularidad. Simplemente no había otra. El programa se llamaba “Y usted ¿qué opina?” y proponía conocer la opinión de los espectadores sobre el debate propuesto ese día. En la era del “click” y del “Me gusta” llama la atención el enorme despliegue para obtener la opinión de (solo) 1500 personas: 55 telefonistas, un equipo de sociólogos, siete llamadores informatizados… Un alarde de tecnología, de entonces claro.

Hace unos días tuvimos la oportunidad de acompañar al ITC en el desarrollo de una jornada para dar a conocer los resultados de un programa de servicios tecnológicos avanzados para pymes de las Islas.

Resulta llamativo tanto afán por interactuar ahora que parece tan sencillo a través de la red. Pero la paradoja es que conseguir ese feedback a veces resulta más complicado en escenarios más cercanos que  el mundo virtual.
Hace unos días tuvimos la oportunidad de acompañar al Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) en la organización de una jornada para dar a conocer los resultados de un programa de servicios tecnológicos avanzados para negocios de las Islas, el STA 2.0. Los organizadores tenía claro que querían trasladar la importancia de la innovación y los servicios basados en el conocimiento así que ideamos una estrategia de comunicación fundamentada en que el acto fuese muy participativo para contar con la valiosa opinión de los ponentes y asistentes en general.

Los asistentes no estaban acostumbrados a que ni ningún ponente les preguntase “Y usted, ¿Qué opina?”  Sin embargo se estableció rápidamente un canal bidireccional entre la sala y los ponentes.

Los ponentes se atrevieron a exponer sus consideraciones a la opinión de la audiencia mediante un sistema de voto electrónico directo. Y debemos decir que funcionó. Lo cierto es que los asistentes no estaban acostumbrados a que ni ningún ponente les preguntase “Y usted, ¿Qué opina?”  Sin embargo, damos fe  de que se estableció rápidamente un canal bidireccional entre la sala y los ponentes que sabían inmediatamente cuales eras las percepciones del público sobre lo que se se estaba tratando en cada momento.

Al final algunos asistentes se acercaron a preguntarnos por el sistema que habíamos empleado. No podemos decir que fuese nuevo, ni que lo hubiésemos inventado nosotros, pero su aplicación trataba de adecuarse al espíritu innovador que debía impregnar las jornadas, no solo en su contenido sino en su forma. Un mensaje claro y coherente con los discursos que se escucharon en esa jornada. Una vez más, la comunicación al servicio de la estrategia. Y ya que nos lo preguntan, como en aquel viejo programa,  esa es nuestra opinión.

 



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