¿Y qué hago con las manos?

¿Y qué hago con las manos?

Curioso. Las llevamos pegadas a nosotros todo el tiempo y nadie duda de su utilidad. Somos la especie con un mayor desarrollo motriz de nuestras extremidades superiores, y los antropólogos hablan maravillas del fantástico diseño de estos pulgares que son capaces de tocar el resto de los dedos. Una maravilla del diseño antropomórfico salvo en una ocasión: cuando hablamos en público. Conozco algunos conferenciantes que se las habrían cortado,  si hubieran podido, las primeras veces que tuvieron que dirigirse a un auditorio de más de cinco personas. Ahí están entonces, colgadas de los brazos, inertes, pesadas y buscando acomodo como si respondiesen a su propio y errático razonamiento. En los media training, generalmente, apenas pasan diez segundos de discurso cuando el alumno hace la pregunta clave: ¿Y qué hago con las manos?

Una vez descartada la amputación habrá que buscar una forma de encauzar toda esa vitalidad manual para que, lejos de ser un obstáculo comunicativo, contribuya a aportar valor al mensaje que se transmite. El gesto apropiado es un refuerzo que sirve no sólo para “ilustrar” el mensaje y dotarlo de nitidez,  sino para  captar la atención de los oyentes.  Un día hablaremos del tiempo real que es capaz de escuchar con atención un auditorio entregado, pero por ahora nos quedaremos con que el estímulo visual capta más atención que el auditivo, salvo estridencias. Las manos, por lo tanto, terminarán ayudando a que el emisor del mensaje lo transmita con más eficacia.

Nuestra experiencia nos ha enseñado que después de esta explicación más o menos detallada, brota, como si de una fuente inacabable se tratara, la inevitable cuestión: Sí, pero ¿qué hago con las manos? Lo cierto es que domarlas requiere un poco de práctica y al menos, hasta que se domine y entrene esta habilidad comunicativa, lo mejor será entretenerlas, … y para eso se inventaron las bolígrafos.

No les descubrimos nada. Los expertos en comunicación conocen de sobra este viejo truco y es por eso que vemos a muchos personajes públicos, casi siempre políticos, que se aferran a uno de estos instrumentos aunque no haya papel cerca y ni siquiera un atril donde apoyarse a escribir. Es más, dudo mucho de que algunos de ellos tengan siquiera tinta pero, como por arte de magia, las manos dejan de estorbar.

 



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