Vamos a contar un cuento…

Vamos a contar un cuento…

…Aunque ahora se le llama storytelling. Un instrumento que causa furor en Estados Unidos desde los años noventa y que utilizan muchas empresas como herramienta de persuasión, principalmente. Por supuesto la política ha encontrado también un filón en este tipo de discurso en el que se consigue un altísimo nivel de empatía con la audiencia.  Y si de persuadir estamos hablando… ¿a quién le interesa más que al candidato, ávido de votos de empáticos ciudadanos?

Puede que este sistema no sirva para explicar el organigrama de una empresa, pero sí para contagiar una idea, un mensaje optimista o una sensación positiva ante nuevos retos. El storytelling es especialmente efectivo en la  transmisión de valores y estados de ánimo. Nada como un cuento para sembrar sensaciones positivas,  espíritu de superación, unión frente a la adversidad o también para extender la preocupación sobre cualquier asunto al que no le hayamos prestado suficiente atención. Un ejemplo de esto último lo tenemos en las charlas de Al Gore sobre el cambio climático. Se trata de un storytelling al estilo Hollywood, pero, en esencia, es de lo que estamos hablando.

Es evidente que, de alguna manera, estamos predispuestos a escuchar historias. Los niños piden cuentos a sus padres antes de dormir, en los campamentos se narran terroríficas historias alrededor de la hoguera, incluso en los últimos años hemos importado de Estados Unidos los monólogos cómicos, que no son sino relatos más o menos graciosos. Y qué decir de los cuentacuentos.

Quien se decide por esta herramienta de persuasión tiene dos aliados principales, la atención del público, que es muchísimo mayor que ante cualquier otro discurso, y la predisposición de los oyentes, mucho más permeables a un estimulante relato que a un discurso escrito en un papel.

En la red encontramos un fantástico ejemplo de storytelling en la última lección de Randy Pausch. Un ingeniero norteamericano que tras ser diagnosticado de un cáncer terminal decide transmitir un espíritu positivo a través de lo que él llama “la última charla”. Véanlo si tienen un momento y comprenderán que, paradójicamente, el mensaje de la charla no puede ser más positivo pese a ser el epitafio de un hombre brillante. ¿Es posible mayor capacidad de persuasión?

 



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