Por los debates electorales abiertos

Por los debates electorales abiertos

Veinticinco millones de personas ante el televisor son una cifra demasiado golosa para aparentar indiferencia. Esa es la suma de espectadores de los dos debates electorales entre Zapatero y Rajoy en las últimas elecciones generales, y son una muestra clara del interés que  los debates políticos despiertan  entre los ciudadanos.  El fenómeno se produce también en otros países europeos: en el Reino Unido, ocho millones de personas estuvieron atentas al primer debate electoral, nada que ver sin embargo con el gusto por este tipo de programas en Francia o Alemania, donde sus debates alcanzaron los 20 millones de espectadores.

El caso es que hay varios periodos electorales a la vista, empezando por los comicios en Cataluña, y en Televisión Española, su director de Informativos ha vuelto a pedir debates electorales sin tiempo tasado. Dice Fran Llorente que van a “pinchar a los políticos (…) para que salgan del encorsetamiento de los tiempos tasados y decirles que los ciudadanos no queremos eso”. No podemos estar más de acuerdo.

Actualmente, son los partidos políticos los que diseñan los debates electorales televisados con criterios que nada tienen de televisivos. Los tiempos tasados para cada respuesta hacen que los debates se conviertan  en una sucesión de monólogos en los que los candidatos ignoran sin ningún pudor la interpelaciones de su adversario, o adversarios, si en el debate entran en liza más contendientes. Es más, por lo general se acuerda incluso los tiros de cámara que se permiten durante la transmisión y los planos que se pueden introducir durante cada intervención.

En el Congreso de ACOP al que acudimos en Bilbao en el pasado mes de junio, el experto en debates electorales Alan Schroeder clamaba por debates electorales más abiertos en Europa, al estilo de los que se celebran por doquier en Estados Unidos durante cualquier campaña electoral.  En ellos es frecuente que sean los propios ciudadanos los que dirijan sus preguntas a los candidatos electorales, al estilo del formato “Tengo una pregunta para usted”, o que defiendan su programa de gobierno ante las preguntas de varios periodistas.

Algo impensable en España si tenemos en cuenta que sólo ha habido debates electorales en dos comicios (1993 y 2008) y que en ambos casos se realizaron a puerta cerrada. Un servidor pudo asistir en el IFEMA, en Madrid, al segundo de los debates entre Rajoy y Zapatero para comprobar como el ambiente casi festivo que se vivía en el exterior del recinto no podía traspasar las puertas del lugar donde se celebraba el debate, y en el que sólo podían entrar cinco asesores de ambos contendientes.  Daba la sensación de que los equipos de campaña de ambos candidatos iban a no perder,  en vez de acudir a ganar.

Pero es posible que los responsables de campaña  empiecen a darse cuenta de que los ciudadanos quieren algo más que dos discursos paralelos. Ejemplos de que hay otras posibilidades las encontramos en las últimas elecciones francesas. Sarkozy y Royal aceptaron un sistema que proporcionaba ritmo al debate y a la vez mantenía el equilibrio en las intervenciones de los candidatos. A cada uno se le asignaba un tiempo determinado que iba consumiendo a su antojo, de manera que cuando hablaba el tiempo se iba descontando hasta que su oponente le interrumpía y corría el minutero para él, como en una partida de ajedrez con control de  tiempo.

Un buen ejemplo para que los candidatos acerquen los debates a un público que merece ser respetado, pero no temido, en debates electorales que no lo serán del todo mientras se mantengan esos corsés que, como dice el director de informativos de TVE, “los ciudadanos no queremos”. Unos ciudadanos, añadimos nosotros, que no merecen quedar al margen de un acto que, en teoría, esta dirigido a ellos.

 



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