07 Oct Pensamos diferente. Gracias, señor Jobs.
Con sus vaqueros, su jersey oscuro y sus gafas de pata fina se sabía el símbolo de Apple. Por encima de la manzana a medio morder estaba la figura de Steve Jobs, impregnando la enorme labor de diseño desarrollada por su marca. Hemos leído docenas de artículos y obituarios sobre este emprendedor que ocupa hoy las portadas de todo el mundo y aunque algunos llegan a compararle con Leonardo Da Vinci, hay otros que aseguran que en realidad Steve Jobs no inventó nada estrictamente nuevo, pero que supo transformar la tecnología en un objeto de deseo incluso para quien no tuviera ni idea de ella.
Jobs ha influido en nuestras vidas tanto como en su día lo hicieron otros emprendedores visionarios, como Ford o Edison, pero centrado en la venta del concepto más que en el invento. En nuestra opinión el gran mérito de Jobs fue hacer deseable su producto. Uno de los piemros anuncios de Mac ya en 1984 dejaba claro que su intención era vender una filosofía de la que él era el mejor representante.
“Think different” era el genial eslogan de una marca que se ha vendido simpre como alternativa pero que no lo es, porque no puede serlo una compañía que es la segunda del mundo en capitalización bursátil, y sin embargo quienes adquieren, un producto de Apple se creen poseedores de un pequeño secreto. Jobs convirtió a sus clientes en seguidores, porque quien compra un iMac, un iPhone o un iPad entra a formar parte de una comunidad con una forma especial de ver las cosas. Una mayoría, que se siente minoría. Eso, en comunicación estratégica se llama lealtad, y es el santo grial de cualquier organización para con sus clientes. Muy pocos lo consiguen.
Llamemos deseo a ese concepto último detrás de la marca Apple, con un diseño basado en sistemas intuitivos y minimalistas en todas las fases del producto. Pero Jobs era la marca , y por eso una Compañía que podía gastar cientos de millones en publicidad, ponía a un hombre en vaqueros sobre un escenario a mostrar a una sala abarrotada el aparato que iba a cambiarlo todo… otra vez. La simplicidad como gancho. Y el genio.