Los anglicismos nuestros de cada día

Los anglicismos nuestros de cada día

“Estimados señores:

Nos gustaría mucho poder contar con ustedes como partners de nuestro consulting, porque entendemos que su core business se adapta perfectamente a nuestro business plan. Hemos valorado también la posibilidad de establecer una joint venture entre ambas compañías ya que tenemos sponsors comunes y sería una buena forma de obtener notables earnings per share. Este hecho crearía un workflow significativo si tenemos en cuenta que nuestros brand equities están tomando un auge que nos posicionan como clicks and mortars. Nuestros stakeholders estarían muy satisfechos de emprender una nueva andadura que nos situaría entre las empresas big five.

A la espera de sus noticias, le saluda atentamente,

José García, CEO.

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Este podría ser el texto de una carta imaginaria escrita por el Director Ejecutivo o CEO (acrónimo de Chief Executive Officer) de una empresa a los responsables de otra con la que se quiere entablar una relación comercial con rango de sociedad. Y lo primero que pensaría cualquiera que no conozca la jerga es que le están hablando en otro idioma. No andaría desencaminado, se trata del idioma para hacer negocios, perdón, para hacer business.

En la sociedad cambiante en la que vivimos los lenguajes también evolucionan, se renuevan o se reinventan. Toda esa incrustación de nuevos términos ha ido llegando desde la cultura anglosajona que es quien lidera hoy por hoy  la práctica empresarial y financiera, porque hasta hace poco se decía inventario en lugar de stock, externalización en vez de outsourcing o director en lugar de manager.

¿Qué hacer ante este fenómeno? ¿Resistencia o adaptación?  Para contestar partamos de una obviedad: desde el punto de vista de la eficacia de la comunicación, lo importante es elegir bien los términos para adecuar el mensaje al receptor. Por lo tanto se exige adaptación, sobre todo si somos coherentes con la consideración de que estamos ante un nuevo idioma.  Las prácticas empresariales se actualizan y surgen modelos para los que no existe un término en castellano, y si existe observamos que hay matices que no se recogen.  ¿Es lo mismo un socio que un partner? Creemos que cualquiera de nosotros diría que no son exactamente iguales.

Sin embargo a veces es simplemente una cuestión de sonoridad, de adaptarse a un slogan que se recuerde fácilmente. Sólo así se explica que aceptemos que a los bancos se les haga  una prueba de stress para saber “cómo andaban de salud”.  ¿Acaso los bancos pueden estresarse? Entenderíamos perfectamente que se les hiciera una prueba de resistencia aunque más de uno tendrá que reconocer que en lo que estaba pensando era en un test.

En Woll ha surgido el debate en más de una ocasión -tal vez por la procedencia de alguno de nosotros del mundo del periodismo- sobre qué palabras nos permiten comunicar de forma más precisa la labor que realizamos.

Aunque en realidad no hay margen para la elección, los términos anglosajones han venido para quedarse y forman parte de nuestro vocabulario desde hace tiempo y no nos queda otra que aceptar su work in progress. Pero permítannos recomendarles que elijan bien el entorno en que los emplean y que no abusen de ellos. El exceso podría  convertirlos en unos freaks y lo que es peor si hablamos de comunicación, que nadie les entienda.

 



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