De Cervantes a la SGAE

De Cervantes a la SGAE

Pues resulta que Cervantes defiende la ley Sinde. Sí, sí, el mismísimo Miguel de Cervantes, el del Quijote y Sancho Panza.  Nos lo dijo la ministra que aporta a la polémica ley el apellido materno, en un artículo que publicó el 18 de enero y que mostraba la licencia que se daba a los libros en 1604: “…para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere y no otra alguna, podáis imprimir el dicho libro (…) so pena que la persona o personas que sin tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere (…) incurra en pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hiciere…”.

Nos contaba el experto en Storytelling, Antonio Núñez, en un seminario que pudimos compartir con él hace unos días, que era la mejor argumentación del Gobierno desde que saltó la polémica por la ley Sinde. Prácticamente, la única. Probablemente la ministra y el sector que defiende estuvieran tan seguros de que la razón les apoya que creían que las explicaciones sobran. ¿Para qué si tenemos la fuerza de los votos ? Salvando las distancias,  lo mismo debieron pensar los controladores aéreos cuando iniciaron el “asalto al puente de Diciembre”: ¿Para qué velar por nuestra imagen pública si tenemos la sartén por el mango? Unos y otros, cada uno a su manera, encontraron respuesta a esa pregunta. La fuerza no basta.

Ni siquiera ahora, que el Gobierno ha obtenido los votos necesarios para sacar adelante la ley, un poco remendada eso sí, puede la ministra evitar el desgaste. Así que habrá seguir haciendo esfuerzos para explicar y persuadir, para alejarse del papel de villano que sus oponentes en este asunto pretenden atribuirle,  con argumentos como el que estamos comentando, entre otras cosas. Comunicando.

Y aunque Cervantes de ellos nunca escribió nada, parece que desde la SGAE empiezan a darse cuenta también de los problemas que puede acarrearles ser titulares de una imagen nefasta. Coincidiendo sospechosamente con el acuerdo entre los partidos para sacar adelante la ley contra las descargas ilegales de Internet, el presidente de la entidad que recauda los derechos de artistas y editores ha anunciado un Código de Buenas Prácticas para mejorara su imagen. Lo que se propone la SGAE (¡por fin!) es explicar lo que hace apostando por la transparencia; enseñando, al menos eso dicen, dónde va cada céntimo de euro que recaudan y mostrando que son algo más que una voraz agencia recaudatoria.  Hace casi un año recordábamos que la SGAE era ya la entidad más odiada por los ciudadanos, incluso más que Hacienda, ahí es nada , y recomendábamos precisamente el diseño de una estrategia de comunicación para acabar con esa situación.

Es probable que la SGAE haya sacado la calculadora para comprobar que una marca que proyecta valores positivos es mucho más rentable que lo que pueden pagar seis docenas de peluquerías por tener puesto el CD de Bisbal, o de la Orquesta Acaymo, o, como dijimos entonces, lo que se pueda recaudar por un concierto benéfico. Y sin soltar la calculadora puede que hayan advertido que seguir siendo el malo de la película los convierte en blanco fácil por mucho que la ley les asista. ¿Dije controladores?

 



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