29 May Subrayados_01. Juan Ramón Lucas
Quisimos charlar con Lucas porque creemos que fue uno de los pioneros en cambiar la forma de contar las cosas. Un periodista que supo marcar diferencias con los habituales bustos parlantes y que creó un estilo propio, directo y cercano con el espectador. Lucas es uno de nuestros Subrayados porque es un excelente comunicador.
______________MENÚ______________
Entrantes
Croquetas de jamón
Primeros
Judías verdes rehogadas con papas
Ensalada
Segundos
Merluza rebozada
Lenguadina a la plancha
Postres
Arroz con leche
Natillas
Fruta
—
Vino de Rioja
Cafés
(Parece mucho, pero es que somos cuatro)
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Los amigos le dicen Lucas. La verdad es que tiene nombres de pila para elegir. Tres. Y Lucas llega al reservado donde vamos a comer con esa cara de buen tipo que le hace tan cercano. Lleva un puñado de pulseras en la muñeca izquierda y el reloj en la derecha. Quizá es zurdo. Quizá no.
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Woll Consultores: Lo cierto es que esa forma de comunicar no era habitual en la televisión que se hacía en los noventa. Eran maneras que se podían ver en las televisiones estadounidenses, por ejemplo. ¿Tenías claro el estilo que querías lograr cuando empezaste en esto?
Juan Ramón Lucas: Es lo que intento desde hace mucho tiempo. Que la información de noticias llegue a quien tiene que llegar y como tiene que llegar, con la “temperatura” adecuada. Yo siempre pensaba que en España había demasiada frialdad en ese terreno y miraba con cierta envidia el ejemplo sajón. Viajé durante muchos años a Inglaterra y me fijaba en los presentadores de informativos de Channel Four y la BBC. Cómo miraban al espectador a través de la cámara, cómo hablaban entre ellos o incluso hacían bromas. Y viendo esto me preguntaba: ¿Por qué no hacemos esto en España? Así que cuando tuve la oportunidad, traté de hacerlo. Aplicando también el concepto de lenguaje televisivo de los ingleses y americanos, eligiendo las noticias más importantes y desarrollándolas.
“Nuestro oficio es comprender lo que pasa y transmitirlo de forma que el ciudadano lo entienda”.
W: Lo habitual en España era dar un montón de noticias divididas por bloques…
JRL: Sí y entraba todo. En cambio los ingleses y los americanos escogen cuatro o cinco noticias, las más importantes, y las desarrollan adecuadamente. No pretenden contarlo todo.
“El comunicador tiene un compromiso con el oyente y no debe tomar partido”.
W: Corriste tus riesgos…
JRL: Lo hice. Pero desde el primer momento me encontré muy a gusto haciéndolo. En algunos momentos con ciertas dificultades por expresar estados de ánimo delante de la cámara, sorprendiéndome como espectador y compartiendo emociones con el público.
W: Estábamos acostumbrados al busto parlante al más puro estilo del histórico de TVE Florencio Solchaga, en el que no había interpretación alguna. Había que leer unas noticias y eso es lo que se hacía, con mucha profesionalidad, pero sin transmitir emociones.
JRL: La noticia es un ser vivo. Y cuando se transmite provoca algo en el receptor. El comunicador no puede aislarse de esas emociones. Nuestro oficio es comprender lo que pasa y transmitirlo de forma que el ciudadano lo entienda. Pero no es necesario esconder las emociones que se producen en el comunicador.
W: ¿Y los límites?
JRL: La frontera es la imparcialidad. El comunicador tiene un compromiso con el oyente y no debe tomar partido. La frontera es fácil cuando hablamos de asuntos delimitados por el sentido común: cómo no condenar, un asesinato, o un caso de violencia machista, por ejemplo. Mucho más cuidado hay que tener a la hora de informar sobre política para que no trascienda la opinión del comunicador.
W: Pero también volcaste en televisión parte de la experiencia que tenías en radio. Supiste trasladar la cercanía de ese medio a la televisión.
JRL: Pero siempre teniendo mucho cuidado de no fingir sino de compartir. Cuando algo me sorprende o me fascina trato de compartirlo enseguida con mis amigos. Y para mí, el periodismo es descubrir cosas y contarlo como una manera de compartir. Es mi naturaleza.
W: Pero, ¿de dónde obtienes esas habilidades para comunicar? ¿Es sentido común o hay un oficio que se puede ir cultivando con el tiempo? Porque al final hay que emplear una técnica, a la que se llega por práctica o por intuición…
JRL: Básicamente, sentido común, acompañado de una determinación de querer hacer así las cosas, con un compromiso personal muy fuerte. Lo que intentamos a diario es llegar lo mejor posible a la mayor cantidad de gente posible. Pero tienes que ser creíble. Expresarte con los matices que hacen atractiva tu conversación cuando quieres que te escuchen tus amigos. Pero creo que es más honesto mostrar parte de tu personalidad cuando estás en contacto con los ciudadanos. Con límites, claro. Yo no digo a quién voto pero sí que soy del Atlético de Madrid.
W: También observamos que el péndulo se inclina hacia el otro lado. A veces se quiere ser tan cercano, huyendo de la frialdad, que se pierde cierto rigor. ¿No crees que se corre el peligro de frivolizar la información, de convertirla en simple entretenimiento?
JRL: A mí me acusan de eso alguna vez, pero lo que intento es aproximar la información a la gente en la medida de lo que le interesa. Sin ir más lejos, esta mañana he comenzado el programa (En días como hoy. RNE) con una conversación con la alpinista Edurne Pasabán, la primera entrevista tras coronar un ocho mil que casi le cuesta la vida. Pues habrá gente que no comparta ese criterio, seguro. Pero, ¿no es mucho más auténtico hablar con alguien que ha sufrido lo indecible para culminar una gesta como ésa, que hablar de política o tribunales?
Felicitar a Edurne al tiempo que le ponemos una canción de Serrat a miles de kilómetros de distancia, despierta unas emociones que cualquier ciudadano de a pie es capaz de compartir.
W: Ante algo tan emotivo sería muy fácil que se pierda el contenido informativo de la noticia…
JRL: Por eso es importante controlar las emociones para no frivolizar. No hurtarlas ni dejar de mostrar a la gente las cosas que te pueden afectar pero con cuidado. Porque si pesa más la emoción que la historia y la pasión se impone a la cabeza, dejas de informar y entonces lo que estás haciendo es la mierda de los programas del corazón y esas cosas. Hay que saber dónde está la frontera.
“Es cierto que en otro tiempo hice cosas que rebasaron la frontera de la información, pero tuve la suerte de no quemarme haciéndolo”.
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“Nunca he diferenciado entre lo público y lo privado a la hora de comunicar”.
W: ¿Y cómo lo sabes?
JRL: Utilizando el sentido común. Recordando que tienes un compromiso con los oyentes que se pueden emocionar en un momento dado, pero que lo quieren, sobre todo, es informarse.
W: Pero tú también probaste otros formatos aparte de los meramente informativos y en los que no primaba, precisamente, la información. ¿Te costó recuperar ese perfil con el que vuelves a trabajar en Radio Nacional de España?
JRL: (Ríe) Esa pregunta es casi una provocación. Es cierto que en otro tiempo hice cosas que rebasaron la frontera de la información, pero tuve la suerte de no quemarme haciéndolo. Quizá porque aunque entré en el terreno de la frivolidad evité sumergirme en exceso en aquel mundo. Soy un periodista y hasta trabajando con cosas que nada tienen que ver con la información apliqué criterios periodísticos. Probablemente eso me salvó.
W: Y ahora eres la imagen de la marca RNE…
JRL: Sí, gracias a la apuesta del director, Santiago González, que de entrada lo tuvo más claro incluso que yo.
W: Y además en una cadena pública. ¿Notas mucha diferencia respecto a los medios de comunicación privados?
JRL: Ya había estado en empresas públicas antes de llegar aquí. Pero nunca he diferenciado entre lo público y lo privado a la hora de comunicar. Y además nunca he recibido imposiciones en lo público, ni presiones de ningún tipo. Nunca.
W: Volvemos a las habilidades comunicativas. ¿Habrás tenido que adaptarlas al cambio de medio?
JRL: Pero es que tengo cinco horas de entrenamiento diario, las que dura el programa. Con la práctica por ejemplo aprendes a improvisar y a comunicar de una forma más directa.
“Creo que la mayoría de la gente se lanza al ruedo de la entrevista sin saber muy bien lo que van a hacer”.
W: Pero mira que hay profesionales que pasan de la televisión a la radio y que no se acostumbran a que no se les vea la cara. Como si no les bastase con hablar y tuvieran que verse. Los focos atraen mucho.
JRL: Para mí la radio es como una ex-novia que vuelves a encontrarte después de un tiempo para descubrir que estabas perdidamente enamorado de ella. Nunca maté por quince minutos de televisión pero ahora mataría por cinco minutos de radio. Quiero seguir en ella mucho tiempo.
W: ¿Cómo ves los cambios en los hábitos de consumo de radio y televisión? ¿Cómo crees que nos va afectar a los profesionales que nos dedicamos a ésto? Porque es obvio que algo está cambiando, se usa mucho más internet, llega la TDT…
JRL: Internet es frío. Es útil pero creo que todos necesitamos sentirnos acompañados en algún momento y ahí estará la radio. Es cierto que los jóvenes no están interesados en los medios convencionales, pero tarde o temprano volverán a la radio. Sobre todo ante la cantidad de mentiras que circulan por internet.
W: La clave está en acompañar.
JRL: En la cercanía. Y entre radio y televisión apuesto por la radio porque es mucho menos artificial que la televisión y mucho más directa. La radio sigue siendo un territorio de encuentro.
W: Una última cuestión. Haces dos o tres entrevistas diarias, ¿notas que las personas que entrevistas tienen un concepto claro de la imagen que quieren transmitir? ¿Observas un mayor control por su parte de las habilidades comunicativas?
JRL: No demasiado. Creo que la mayoría de la gente se lanza al ruedo de la entrevista sin saber muy bien lo que van a hacer. Salvo los políticos que en buena parte si han entrenado sus habilidades comunicativas, la mayoría se deja llevar por la intuición. Creo que es una buena idea entrenar a la gente en esta materia, pero no se si quienes acuden a los medios tiene conciencia de ello.
Hace ya rato que le hemos dado el último sorbo al café. Así que nos despedimos hasta una próxima ocasión. Mañana temprano a través de la radio, por ejemplo. Se va Lucas y de repente nos damos cuenta de que seguimos sin saber si es zurdo… o no. Quién sabe. Quizá sea ese el secreto de su éxito.