Verdades a medias

Verdades a medias

Lo dicen los manuales de comunicación no verbal: se puede descubrir a alguien que está mintiendo a través de sus gestos, aunque de entrada no sea tan sencillo darse cuenta. La teoría es que hay gestos inconscientes que contradicen lo que se está expresando en palabras. Un ejemplo que ya hemos comentado anteriormente es el del niño que miente y que al mismo tiempo se  lleva la mano a la nariz o a la boca.  Otro clásico:  si su interlocutor no está de acuerdo con usted probablemente baje los ojos en un momento de la conversación, y si no cree en lo que dice no le mirará  a los ojos cuando habla o los cerrará. Claro que eso también denota inseguridad en uno mismo y no que se esté mintiendo. Todo habrá que situarlo en su contexto.  Hay otras reacciones inconscientes más difíciles de observar a simple vista.  Son microexpresiones gestuales para las que se está elaborando incluso un software que las detecta.

Claro que al saber la teoría hay muchos que tratan de modificar su lenguaje no verbal.  Mónica Pérez de la Heras, en su libro “¿Estás comunicando?” , dice que “…como se ha hablado tanto de que los mentirosos bajan la mirada, al mentir, la última moda  es mirar de frente, como si les estuviéramos hipnotizando, de forma que tratan incluso de no pestañear, lo cual tampoco es natural”. Hace unos días se ha conocido el contenido de un estudio liderado por un profesor de la Universidad de Stanford. En él se recogen los quiebros dialécticos que muchos directivos utilizan para intentar enmascarar la situación real de sus empresas. De este modo, si escucháramos hablar a uno de ellos diciendo que los resultados financieros de su compañía han sido respetables o buenos en lugar de fantásticos o increíbles, mejor pensar que algo no ha ido bien. Lo mismo que si en lugar de yo o nosotros, síntoma de buenos tiempos, se habla de el equipo o la compañía, responsabilizando así a toda la empresa del mal momento frente a épocas mejores en las que el mérito era exclusivo de esos yo o nosotros. En rigor, no son estrictamente mentiras pero cuéntenle eso ustedes a los accionistas que perdieron millones por confiar en unas fantásticas expectativas.

Y no es precisamente un estudio mínimo. Se analizaron casi treinta mil transcripciones de otras tantas presentaciones de resultados trimestrales y comparecencias ante los medios de comunicación, entre los años 2003 y 2007. Una de las conclusiones que nos llama la atención: mucho eufemismo a la hora de valorar un trabajo o unos datos económicos para reconocer más adelante que los resultados de la empresa no eran tan buenos como se había asegurado.

Por lo tanto, no sólo el balbuceo o las microexpresiones gestuales nos ponen sobre la pista cuando alguien intenta manipularnos. Si hacemos caso a este informe hay otro código subliminal basado en la elección de conceptos. Piensen, por ejemplo, en quien acaba de probar nuestro último experimento culinario y a nuestro afán por saber si le ha gustado responde con el socorrido: “Si, es… diferente”. Será un milagro si no lo escupe delante de nosotros.

En todo caso es normal que los directivos de una empresa resalten los datos buenos y pasen de puntillas sobre los malos. Sería una recomendación que haríamos desde nuestro papel de consultores si hay que defender una gestión ante un consejo de administración. Claro que de mostrar unos resultados razonablemente optimistas a mentir como un bellaco hay un trecho bien grande.

Al que miente lo terminarán delatando sus microgestos, sus expresiones o la hoja de resultados de la empresa. Por eso los asesores en comunicación insistimos en que la parte más importante de cualquier discurso ha de ser creer en lo que se dice.  De lo contrario cualquier estudiado gesto se tornará una ridícula mueca.

 



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