La Noria, otro caso de crisis on line

La Noria, otro caso de crisis on line

Los responsables del programa La Noria en primer lugar y los de Telecinco en último están recibiendo un máster acelerado del peligro de las crisis de reputación on line.  Es normal que se hayan visto superados por las circunstancias y que más de dos semanas después del inicio de la crisis no sepan aún qué hacer realmente: Las crisis on line son relativamente nuevas.  Al menos las provocadas por las redes sociales, que para muchos tiene su paradigma en el boicot de Greenpeace a Nestlé hace poco más de un año, así que los directivos de la cadena se pueden considerar víctimas de un fenómeno que aún está de estreno. Pero dudamos que eso les sirva de consuelo, la verdad.

El universo ‘in line’ en el que las noticias van y vienen entre la Red y los medios tradicionales de forma continua e indistinta está haciendo mucho ruido en el caso de la Noria. El programa al parecer pagó a la madre de uno de los implicados, presuntamente, en la desaparición de la menor Marta del Castillo para que fuese a declarar al programa. Unos 10.000 euros al parecer.  Ni el programa ni la cadena escucharon las quejas de miles de ciudadanos indignados antes de la emisión, y siguieron adelante con la entrevista.  Poco después el periodista e influyente  bloguero  Pablo Herreros inició una campaña on line pidiendo a las empresas anunciantes que retiraran su publicidad del programa. Miles de personas se fueron adhiriendo y la semana pasada la Noria se emitió con el solo anuncio de una vidente que ve el futuro en las estrellas.

En ese curso acelerado al que asisten, seguramente atónitos, los responsables de la cadena alguien les habrá dicho que una de las nuevas leyes de la comunicación on line es que la comunicación ya no va en un sólo sentido, la Red es participativa y todos pueden opinar y de hecho lo hacen. Lo que nos lleva a una segunda norma no escrita (ahora si): el ciudadano no se conforma con participar, quiere influir directamente con su acción, para que las decisiones se tomen contando con él. Con su acción quiere provocar una reacción.

Y hay una tercera norma (y que ya no sabemos si está escrita o no) que los directivos de la cadena  están sintiendo en sus carnes,  transmutadas en balances de cuentas: el ciudadano que ha dejado de ser receptor pasivo de la información, el que no se conforma con mostrar su enfado por lo que considera que está mal, el ciudadano que quiere influir con su acción… puede hacerlo, porque tiene la fuerza para ello.

Nos encontramos ante una doble crisis de reputación: La de Telecinco y su programa estrella y la de los anunciantes. Los primeros pueden prescindir de una reputación exquisita pero los segundos no. Y ante la presión de los internautas han hecho lo más sensato, adoptando una estrategia de transferencia de la responsabilidad.  Han escuchado a los ciudadanos y han alejado su marca de un elemento que les iba a contaminar.  Ellos no pueden poner en riesgo su reputación.

Así que la pelota está ahora en el tejado de la cadena, que por lo pronto envía mensajes de renovación, no solo en el programa en cuestión, sino en toda su parrilla.  Habrá que esperar para ver cuáles son las decisiones que toma habida cuenta de que la más lógica a estas alturas, reconocer el error y disculparse, no parece estar entre sus opciones. Quizá ya sea demasiado tarde para los responsables del programa,…salvo que las videntes paguen bien.

 



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