El hombre de paja

El hombre de paja

Ejemplo. Entrevista en la cadena Ser al presidente del gobierno. Rodríguez Zapatero responde sobre la subida de impuestos que va a proponer su gobierno en los próximos Presupuestos Generales del Estado y sobre qué rentas serán las más perjudicadas.  Zapatero pide un esfuerzo colectivo y en un momento dado afirma tajante que no cederá a las presiones de los poderosos.
-¿ A quién se refiere Presidente?
– No voy a dar nombres.(…) Me refiero a los que piden el abaratar el despido…
La CEOE se da por aludida y recuerda en un comunicado posterior que ellos nunca han pedido abaratar el despido. No importa. La “falacia del hombre de paja” tiene su propia argumentación y no requiere que ésta se ciña del todo a la realidad. Ejemplo. Mítin del presidente del PP. Mariano Rajoy se refiere también a la polémica subida de impuestos y advierte al Presidente del Gobierno de que ” jugar a ser (Hugo) Chávez o al peronismo es algo que no le conviene a España”. Tampoco importa que Zapatero jamás se haya declarado peronista o chavista.  El “hombre de paja” ha llegado para quedarse.

Y no es que sea una técnica recién llegada, la verdad. Es tan antigua como la retórica, pero sigue resultando efectiva a juzgar por el uso y abuso que se hace de ella.  Se conoce como la “falacia del hombre de paja” y no es más que modificar el argumento del contrario o llevarlo a un extremo insostenible, para después crear la ilusión de rebatirlo.  Dicho de otra manera: Modificamos el argumento de nuestro oponente y atacamos esa modificación, pero no el argumento principal.  Seguro que en su entorno puede escuchar usted a auténticos especialistas en este recurso retórico.

Imaginemos por ejemplo una discusión sobre fútbol. El polemista A (para estas cosas siempre viene bien un polemista, una categoría emergente en el reciente panorama audiovisual) argumenta que el fútbol está generando una excesiva atención mediática. El polemista B recurre hábilmente al hombre de paja y le espeta que la gente que, como A, está en contra del deporte es la que provoca que cada vez hagamos menos ejercicio.  Evidentemente  A se ve obligado a tomar una actitud defensiva y aclarar que él no está en contra del deporte.  Tanto para el señor B.

Helene Cooper lo describe perfectamente en un artículo en la edición digital  del New York Times en español: “El truco consiste en esto: lleva el argumento de tu oponente hasta un extremo ridículo y luego ataca a los extremistas”. Y añade un método infalible para detectar a quien está a punto de utilizar el recurso del hombre de paja. Casi siempre se anteponen las frases introductorias “Hay quien dice… ” o “Algunos dicen…”.

Los mítines y debates parlamentarios son fuentes inagotables de argumentos que emplean este truco. Les propongo el sano entretenimiento de localizarlos.  Como muestra dos más de Zapatero y Rajoy.  El primero asegurando que lo que busca su gobierno es que los contratos de trabajo no sean peores (¿cómo negarse a ello?) y el segundo acusando a ZP de querer subir los impuestos a los “chuches” de los niños.  Que se diviertan.

 



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